La musicoterapia: arrullar desde afuera

La musicoterapia es la disciplina que estudia los aspectos sonoros de las personas a nivel receptivo, productivo y relacional. Utiliza como recurso el material sonoro-musical en toda su dimensión, para favorecer los procesos saludables en el ser humano.

Esta disciplina se utiliza en muchísimos ámbitos: en cuidados paliativos, en psiquiatrìa, en salud mental, en neonatología, con pacientes con Alzheimer… En neonatología, por ejemplo, se puede trabajar no solo para fortalecer el vínculo, sino también para acompañar el despegue, tan abrupto y repentino. Suelen instalarse unos parlantes muy pequeños cerca de la incubadora y reproducir las voces familiares y la música que la mamá escuchó durante el embarazo. El bebé ya no está dentro de la panza, tampoco está con su mamá. Pero las herramientas de la musicoterapia facilitan la conexión y el encuentro entre ellos.

En obstetricia se trabaja lo relacionado con el vínculo prenatal entre el bebé y su familia para favorecer la relación antes del nacimiento, teniendo en cuenta que el bebé comienza a escuchar a partir de la vigésima semana de gestación, aproximadamente.

Aquí la música no es el fin en sí misma, sino que se la utiliza para establecer el vínculo afectivo con el bebé por nacer. Es a través de ella que el bebé en el vientre materno podrá recibir las caricias, reconocer la voz de su mamá, de su papá, de sus hermanos… construyendo así fuertes lazos de unión entre el adentro y el afuera.

Como explica la psicóloga Lucía Pinceti, cuando una mujer queda embarazada comienza a descubrir historias relacionadas con su propio nacimiento. Y también empieza a escuchar cosas que no son propias, sino que le repitieron (como por ejemplo el temor al parto y situaciones que le podrían ocurrir).

Pero cada mujer tiene que descubrir qué es lo que le pasa; no solamente si aumenta de peso o si tiene presión arterial más elevada (es decir, lo que le pasa en el cuerpo), sino lo que siente, lo que tiene ganas de transmitirle y darle a su hijo, o lo que ella espera que sea su hijo (que probablemente sea diferente a lo que el hijo es).

Conocer qué es lo que le pasó a ella, qué es lo que siente y le pasa, le va a ayudar a tener una relación no idealizada con su hijo, sino real.

Natalia Cabrera, musicoterapeuta, nos explica que la música tiene la particularidad de dejarnos una sensación un recuerdo; de conectarnos con algo que apareció sin pensarlo. Nos ayuda a relajarnos.

Pero no solo se trata de escuchar, sino también de cantar una canción, por ejemplo. El canto grupal, estar en un grupo compartiendo lo que nos está pasando, nos hace dar cuenta de que eso no es tan terrible (le pesan los pies igual que a mí, tiene el mismo miedo que yo).

Los hombres tienen un lugar diferente en la gestación, pero están embarazados al igual que ellas. Comparten el embarazo desde otro lugar: desde la contención. Pero tienen sus propios miedos (quizás no los nombren, porque no tienen lugar donde contarlos).

A veces, que el hombre no tenga deseos de asistir a la sesión o que la mujer no quiera que él participe de ella, también dice un montón de cosas: qué lugar ocupa cada uno y cómo va a ser esa relación.

“En muchas embarazadas no hay registro del afecto y del vínculo prenatal”, dice Pinceti.  “No aparece el bebé; entonces hay que preguntarse por qué y ayudar a que aparezca”.

El espacio ofrece la posibilidad de transitar un embarazo no solo desde lo físico, permitiendo descubrir y reconocer sensaciones, sentimientos, emociones que a veces desconocemos; conectarse con el alma, con el corazón y con esa vida que no solo está latiendo…